Ha estado diez aƱos al mando de la diplomacia mundial
En la esfera de la elegancia, no hay nadie en el mundo que compita con un cierto tipo de seƱor africano, llegado a una cierta edad. En el caso de Kofi Annan es una elegancia que, independientemente de sus impecables trajes y de sus exquisitos modales, se expresa en un fino equilibrio quĆmico entre la solemnidad y la simpatĆa. GhanĆ©s, de 71 aƱos, Annan posee una visión Ćŗnica del mundo: por un lado, panorĆ”mica, legado de su dĆ©cada como secretario general de las Naciones Unidas; por otro, bifocal, consecuencia de conocer la cultura occidental (ha vivido en Europa o Estados Unidos mĆ”s de 40 aƱos y su mujer es sueca) con la misma intimidad que conoce los secretos del continente en el que nació.
Tras dejar Naciones Unidas a finales de 2006, tras cinco aƱos de agrios enfrentamientos con el Gobierno de George W. Bush, especialmente sobre la guerra de Irak, Annan se dedica a promover las actividades de la fundación que lleva su nombre. Su objetivo es utilizar la credibilidad, el prestigio, la experiencia y los contactos de alto nivel acumulados durante casi medio siglo en la ONU para asesorar a lĆderes mundiales, mediar en conflictos (en Kenia, hace dos aƱos, paró una guerra civil) y combatir la pobreza. Annan trabaja en su despacho de Ginebra (Suiza). Empezó haciendo lo que en los cĆrculos diplomĆ”ticos llaman un tour d'horizon de la situación mundial.
Tras dejar Naciones Unidas a finales de 2006, tras cinco aƱos de agrios enfrentamientos con el Gobierno de George W. Bush, especialmente sobre la guerra de Irak, Annan se dedica a promover las actividades de la fundación que lleva su nombre. Su objetivo es utilizar la credibilidad, el prestigio, la experiencia y los contactos de alto nivel acumulados durante casi medio siglo en la ONU para asesorar a lĆderes mundiales, mediar en conflictos (en Kenia, hace dos aƱos, paró una guerra civil) y combatir la pobreza. Annan trabaja en su despacho de Ginebra (Suiza). Empezó haciendo lo que en los cĆrculos diplomĆ”ticos llaman un tour d'horizon de la situación mundial.
P. ¿En otros lugares es tan complicada como en Ćfrica?Pregunta. Veinte aƱos despuĆ©s de la caĆda del muro de BerlĆn, ¿no siente a veces, observando el mundo actual, cierta nostalgia por las sombrĆas certidumbres de la guerra frĆa? ¿No era, aunque parezca curioso, un lugar mĆ”s estable y menos peligroso?
Respuesta. Cuando uno piensa en la guerra frĆa, las grandes potencias tenĆan sus esferas de influencia, contaban en todo el mundo con dirigentes a los que controlaban o sobre los que tenĆan una influencia considerable. AdemĆ”s, intervenĆan en muchas de las guerras civiles que estallaban, asĆ que, en cierto sentido, podĆan encender o apagar la situación. PodĆan controlarla. Hoy, no hay control. Se ha convertido en un sĆ”lvese quien pueda, y en algunas guerras civiles prolongadas se ven atrocidades impensables. Por suerte, hoy hay menos guerras civiles en Ćfrica que hace 10 ó 20 aƱos. Pero las que sigue habiendo son absolutamente brutales. No hay mĆ”s que ver lo que sucede en el este de la RepĆŗblica DemocrĆ”tica del Congo, el norte de Uganda, con el EjĆ©rcito de Resistencia del SeƱor, lo que ocurre en Somalia, las luchas polĆticas en SudĆ”n, tanto en el norte como en el sur, como en Darfur, y ver que no parecemos ser capaces de controlarlo. Durante la guerra frĆa, con un poco de esfuerzo, contactos y llamadas telefónicas, era posible calmar la situación, apagarla. Hoy podemos ver que los somalĆes tienen a todo el mundo atado de pies y manos con su piraterĆa. Nadie tiene ni idea de cómo controlar esos elementos ni tiene la suficiente influencia sobre Somalia, ni desde dentro ni desde fuera, para acabar con el fenómeno. Es decir, en ciertos aspectos, desde el punto de vista geopolĆtico y de las guerras civiles, la situación es mucho mĆ”s complicada y mucho peor.
R. Veamos Oriente Próximo. Podemos observar esa región, y no estoy hablando sólo de Israel y Palestina sino de Oriente Próximo en general, ver lo que ocurre hoy entre israelĆes y palestinos, la falta total de avances en el proceso de paz, la relación entre Israel y LĆbano, Israel y Siria, Irak. Y de ahĆ a IrĆ”n, y a AfganistĆ”n, y a PakistĆ”n. AdemĆ”s de todo eso estĆ” la división entre sunĆes y chiĆes, que no se limita a Irak, es un problema regional, y, por supuesto, la cuestión nuclear en IrĆ”n y Corea del norte, asĆ que tenemos una situación muy difĆcil.
P. ¿LatinoamĆ©rica?
R. Durante 10 o 15 aƱos estuvo mĆ”s tranquila y con un buen desarrollo polĆtico, económico y social; hoy vemos nuevas tensiones. Por primera vez en una generación hemos tenido un golpe de Estado, el de Honduras. Hay tensiones entre Venezuela y Colombia. Tenemos que vigilar tambiĆ©n lo que ocurre en esa región.
P. Entonces, ¿estĆ” mejor hoy el mundo?
R. Creo que tenemos algunas amenazas nuevas y que algunas de las viejas estĆ”n volviendo, quizĆ” con mĆ”s peligro, y no sabemos cómo abordarlas. Es decir, desde mi punto de vista, vivimos en un mundo muy complejo y difĆcil y, ademĆ”s, tenemos que enfrentarnos al problema abrumador y general del cambio climĆ”tico, que es tal vez la mayor amenaza que nos aguarda y tiene un impacto sobre prĆ”cticamente todo lo que hacemos.
P. ¿Ve alguna luz en ese tĆŗnel?
R. SĆ. Estuve en China hace dos semanas y los chinos, por suerte, estĆ”n empezando a darse cuenta de que la mayor limitación para su desarrollo y su crecimiento puede ser el medio ambiente.
P. Hasta ahora se han resistido...
R. Es verdad. Pero ahora ven la contaminación en PekĆn, ven la desertización, son conscientes de la escasez de agua y el impacto sobre la gente en las provincias, y comprenden que tienen que hacer algo o se encontrarĆ”n con grandes dificultades. Es un paĆs al que siempre le ha preocupado el caos, asĆ que estĆ”n deseando hacer todo lo posible para impedir que se produzca. Por supuesto, con el cambio climĆ”tico llegan las sequĆas, las inundaciones, la escasez de alimentos y muchas otras cosas a las que todavĆa no sabemos cómo enfrentarnos.
P. Y luego estĆ” la crisis económica mundial... ¿Tiene el mundo el liderazgo que necesita para afrontar estos vastos y complicados retos?
R. Tenemos un problema verdaderamente grave: debemos abordar todas esas cuestiones en un momento en el que existe desconfianza en los lĆderes, tanto empresariales como polĆticos. Y yo trato de explicar a mis amigos polĆticos que deben ponerse en el lugar del hombre de la calle. Cuando una persona corriente necesita ayuda, no puede pagar sus facturas mĆ©dicas, ni la escolarización de sus hijos, su barrio no tiene agua, le dicen: no tenemos presupuesto, no tenemos dinero y no podemos ayudarle. De pronto, el sistema financiero y los bancos se ven metidos en un lĆo y ese mismo Gobierno que no tiene dinero ni presupuesto saca miles de millones, billones, para rescatarlos. Yo entiendo cuando se dice que el crĆ©dito es como la sangre que corre por el sistema y, cuando no hay crĆ©dito, todo el mundo sufre y necesitamos que vuelva a correr.
Desde el punto de vista económico, tiene sentido. Pero intĆ©nteselo explicar al ciudadano al que se le ha dicho que el Gobierno no tiene dinero para el abastecimiento de agua y, sin embargo, sĆ tiene miles de millones para los bancos. Eso debilita la confianza, da la impresión de que el dinero siempre ha estado ahĆ pero estĆ” reservado sólo para los amigos. No para los demĆ”s. AsĆ que existe ese problema de falta de confianza. La otra cuestión que ha quedado al descubierto es esa supuesta idea de que el mercado es el que sabe. DejĆ©moslo en manos del mercado: eso tambiĆ©n ha desaparecido. Estamos, pues, en una situación muy fluida. Algunos polĆticos se alegran de que los Gobiernos vuelvan a intervenir. Pueden cumplir su papel, pero lo van a cumplir en un momento en el que la población estĆ” muy preocupada, el desempleo es alto y sigue subiendo y la gente no cree necesariamente que los Gobiernos estĆ©n de su parte.
P. Por todo lo que dice, ¿podrĆamos definir la era en la que vivimos como la era de la confusión?
R. SĆ, creo que quizĆ” serĆa un buen tĆ©rmino, en el sentido de que hay menos certezas. FĆjese que empezamos con la guerra frĆa. Los dos lados estaban muy seguros. Y habĆa reglas. Ahora no tenemos esa certeza. No hay reglas, no hay seguridades. Se estĆ”n produciendo grandes cambios que resultan inquietantes para la gente e inquietantes para los lĆderes.
P. Cuando observa hoy el mundo, ¿no ve gran cosa en materia de liderazgo moral claro y fuerte?
R. Es un mundo difĆcil para los lĆderes. No es un panorama prometedor. En el mundo actual, algunos Gobiernos dicen: "Vamos a luchar por los derechos humanos, vamos a luchar por la democracia, vamos a hacer esto y aquello..." e inmediatamente chocan con intereses económicos y financieros. En las informaciones recientes sobre Barack Obama en China, se hacĆa la pregunta: "¿Se ha comportado como un lĆder en relación con los derechos humanos? ¿Y cuĆ”nto ha presionado?" Pero China tiene tanta influencia económica -algunos incluso llaman a China "el banquero de AmĆ©rica"- que, cuando uno estĆ” en esa situación, habla con los chinos de forma distinta que si la situación fuera otra, y la cuestión de la pureza y la claridad moral que esperan sus partidarios y otros se difumina, y entonces todos se preguntan por quĆ© ha sido. La verdad es que, en estos momentos, los chinos no estĆ”n preparados para oĆr lecciones.
P. Entonces, ¿ser lĆder es especialmente difĆcil hoy?
R. SĆ. Aparte de todo lo demĆ”s, la polĆtica actual tambiĆ©n ha cambiado mucho, debido a la televisión e Internet, y todo es instantĆ”neo, y un lĆder estĆ” constantemente siendo evaluado, constantemente siendo criticado, y es muy fĆ”cil movilizar a la gente en contra o a favor de alguien, y los lĆderes se vuelven muy precavidos; de hecho, algunos dicen que vivimos en un mundo en el que los lĆderes leen y no dirigen. Leen las encuestas en vez de dirigir...
P. Y los blogs...
R. Eso es. Sus asesores les llevan cosas y dicen: "¿Ha visto esto? ¿Sabe lo que estĆ” haciĆ©ndonos a nosotros, al partido?"
P. ¿QuĆ© sensación tiene del fenómeno Obama?
R. Creo que el fenómeno Obama ha sido asombroso. Para entenderlo hay que remontarse a los comienzos de George W. Bush. Cuando Bush llegó a la Casa Blanca, era muy dinĆ”mico, su equipo y Ć©l eran muy agresivos. Francamente, atemorizaban a los periodistas. La prensa estadounidense estuvo muy floja. Sólo dieron un paso al frente cuando Bush empezó a debilitarse, pero, durante los cuatro o cinco primeros aƱos, Ć©l dominó la escena. Antes le he dicho que una idea que ha quedado desechada es que el mercado es el que sabe. La otra idea que estĆ” dando las boqueadas es que por la fuerza se arregla todo. Irak, AfganistĆ”n y, en cierta medida, PakistĆ”n, estĆ”n demostrĆ”ndolo. El rĆ©gimen de Bush fue a esos paĆses, sobre todo a Irak, convencido de que iba a ser muy fĆ”cil resolver la situación por la fuerza. Los que intentamos disuadirles recibimos crĆticas despiadadas. Ahora creo que todo el mundo comprende que Ć©sa no es la solución.
P. ¿Y ahĆ es donde entra Obama?
R. De ahĆ sale la campaƱa de Obama con su nuevo mensaje: "Quiero trabajar con otros, quiero escuchar, creo en el multilateralismo, que es la Ćŗnica forma de avanzar, hemos perdido el respeto de los demĆ”s y necesitamos recuperarlo y tener respeto nosotros tambiĆ©n". Todo eso encontró eco entre los estadounidenses, algunos de los cuales se sentĆan incómodos cuando viajaban al extranjero porque se topaban con ese fenómeno en el que se habĆa convertido AmĆ©rica y que la gente no comprendĆa. Por eso se alegraron de tener un cambio, de dar una oportunidad a Obama. Y Ć©l empezó bien, pero tiene que hacer frente a un nĆŗmero increĆble de problemas. Quiero decir, cuando uno empieza con dos guerras y una depresión económica, en un paĆs en el que 40 millones de personas no tienen atención sanitaria, y quiere hacer algo al respecto, no lo tiene fĆ”cil. Y las expectativas son muy altas. Hace no mucho dije que deberĆamos ayudarle entre todos, y deberĆamos ayudarle reduciendo esas expectativas. Pero el hecho de que consiguiera todo ese apoyo e impulsara a los jóvenes es un indicio de que existe un anhelo -no sólo en Estados Unidos, sino en todo el mundo- de tener un buen liderazgo, la gente quiere que le lleven en la buena dirección. Existe una necesidad mundial a la que responde Obama, y deseo verdaderamente que tenga Ć©xito; todos deberĆamos desearlo, porque, si no lo tiene, la próxima vez, el pĆ©ndulo oscilarĆ” en el otro sentido.
P. ¿Puede ser, quizĆ”, que sea imposible tener ese tipo de liderazgo moral claro y fuerte que ansiamos hoy, que soƱƔbamos que nos iba a proporcionar Obama, por las circunstancias objetivas, porque existen muchas de esas corrientes cruzadas de las que habla usted, de modo que, cuando uno intenta ser un lĆder moral indiscutible, se choca contra un muro?
R. Hemos empezado hablando de lo mucho que ha cambiado el mundo desde la guerra frĆa... y hemos repasado este fenómeno de que Estados Unidos hablaba de un mundo unipolar, en el que yo nunca creĆ. Siempre dije que el mundo era multipolar porque, incluso cuando hablaban del mundo unipolar, China decĆa que era un polo, Rusia decĆa que era un polo, India... y la Unión Europea, desde luego, era un polo, es decir, el comportamiento de cada uno es un reflejo de cómo ve el mundo y dónde se sitĆŗa. Si uno cree que es el Ćŗnico elefante en la sala, se dedica a avasallar, pero, si hay otros capaces de controlarle, se comportarĆ” con arreglo a eso. Ahora vivimos en un mundo en el que hay tantos centros de poder que hasta Estados Unidos ha tenido que reconocerlo. Aspirar a tener una personalidad que trascienda todos los polos, un Nelson Mandela de dimensión mundial, es hoy prĆ”cticamente imposible, sobre todo con los sistemas de comunicaciones de que disponemos.
P. Como vimos en el viaje de Obama a China. Entonces, ahora, ¿es todo asĆ de delicado?
R. SĆ, es verdaderamente delicado. Y se ve en la relación de Europa con Rusia, en la que los europeos necesitan el gas y el petróleo rusos y tienen que tratar con alguien como Putin, que juega duro. Tal vez haya cosas que les digan a los rusos en privado, pero no les van a dar lecciones en pĆŗblico.
P. Y eso, a su vez, perjudica la imagen de un liderazgo fuerte y como es debido...
R. Pero tengo que decir... que el liderazgo no tiene necesariamente que ser algo de dimensión o trascendencia mundial. Si un dirigente gobierna en su propio paĆs, se ocupa del bienestar de su pueblo, ofrece claridad moral y sabe guiar, otros reaccionarĆ”n en consecuencia. Mandela no se propuso gobernar el mundo. Se propuso ocuparse de su entorno, intentar liberar a su pueblo y adoptar un principio de perdón y reconciliación que fue una gran lección para la gente de todo el mundo. O sea que, si tenemos un lĆder que se comporta asĆ en su propio paĆs y destaca, la gente reacciona.
P. Hablando del ejemplo de Mandela, ¿quĆ© puede ofrecer Ćfrica de valor al mundo, algo de lo que podamos aprender en otros sitios?
R. Es una pregunta muy buena. Es curioso que, hace poco, he estado hablando con alguien sobre el Ćfrica de mi juventud, cuando escuchĆ”bamos con gran atención a los mayores. En Ghana utilizamos mucho los proverbios para enseƱar y dar lecciones. Por ejemplo, si yo hubiera ido a ver a mi padre para decirle que estaba harto de mi jefe, que era antipĆ”tico, agresivo, y que iba a ir al dĆa siguiente a decirle lo que pensaba, a decirle que se fuera a la mierda, Ć©l me habrĆa escuchado en silencio y probablemente me habrĆa dicho: "Hijo, tranquilĆzate. No hay que golpear a un hombre cuando tienes tus dedos entre sus dientes". Y no habrĆa dicho mĆ”s. Es decir, ve y soluciónalo.
P. ¿Un enfoque pragmĆ”tico de la resolución de problemas?
R. Cuando era niƱo, me despertaba por la maƱana y veĆa a los mayores hablando de sus cosas y, por cómo estaban de atentos, sabĆa que eran cosas importantes. La regla era: si hay un problema, hay que discutirlo, hablar y hablar hasta encontrar una solución. DiĆ”logo, paciencia, la capacidad de perdonar: Ć©stas son las lecciones que ofrece Ćfrica.
P. Sin embargo, si la gente no pide cuentas a los polĆticos, ¿no puede ser que ellos abusen del perdón de la gente?
R. SĆ, la paciencia de los africanos y su capacidad de perdón... tambiĆ©n tienen un lado negativo, en el sentido de que somos demasiado pacientes, perdonamos con demasiada facilidad y aceptamos demasiadas cosas, y, a veces, eso lo explotan aspirantes a dictadores que se apoderan del paĆs y consiguen hacer demasiadas cosas sin que se les pidan cuentas, aprovechĆ”ndose de la paciencia y la buena voluntad de la gente. Si los lĆderes han sido corruptos, si han robado las arcas nacionales, hay que pedirles cuentas. Hay que fijar el lĆmite en algĆŗn punto.
P. Pero es difĆcil fijarlo, ¿no? Buscar la pura justicia puede desembocar en los peores resultados polĆticos...
R. SĆ, aquĆ es preciso ejercer un juicio perspicaz. Lo hemos visto con SudĆ”n. La gente pregunta: "¿HabĆa que procesar a Bashir? ¿Se ha empeorado el problema? ¿Cómo vamos a conseguir ahora que coopere?" Y otros dirĆ”n que, para acabar con las matanzas, habĆa que procesarle, porque entonces estarĆa mĆ”s aislado y no tendrĆa tanto poder como tenĆa antes. Es una cuestión de saber cuĆ”l es el orden de las cosas. Creo que no es posible tener justicia sin paz ni es posible tener paz sin justicia, pero la cuestión, cuando uno estĆ” en medio del conflicto, es en quĆ© orden tienen que darse las dos cosas. La mayorĆa de la gente dirĆa que primero hay que acabar con las muertes y entonces buscar justicia, que es lo que ocurrió en Yugoslavia, con Milosevic y Karadjic. Otros dicen que, a veces, hay que utilizar la justicia como un freno para advertir a la gente de que debe dejar de matar. Cada crisis es distinta, cada pueblo es distinto, y hay que tener sensibilidad para ver las particularidades de cada crisis concreta y tomar una decisión. Cuando uno hace de mediador, tiene que pensar en cuĆ”l es la mayor necesidad del pueblo en cuestión. Yo podrĆa intervenir en una situación compleja y decir -como hacen muchas veces Estados Unidos y Occidente-: si detenĆ©is la lucha, os daremos mucha ayuda, os proporcionaremos el desarrollo económico. Pero quizĆ” eso es en lo que menos estĆ” pensando esa gente. QuizĆ” su principal preocupación es la supervivencia, el miedo a que los liquiden. Si a una persona la van a eliminar, ¿para quĆ© necesita el desarrollo económico? AsĆ que lo primero que hay que hacer es llegar al fondo de la cuestión.
P. Usted ha tenido una vida increĆble y ha estado en medio de muchas cosas, entre otras, durante la guerra de Irak. Ahora estĆ” retirado de ese tipo de vida pĆŗblica, pero todavĆa sigue trabajando... ¿Llega un momento, ante tanto cinismo, tanta crueldad, tanta codicia, en el que uno se pregunta para quĆ© molestarse? ¿Por quĆ© no olvidarse de todo y retirarse de verdad de las tribulaciones del mundo?
R. Cuando me fui de la ONU, pensĆ© que habĆamos puesto en marcha muchas cosas pero todavĆa quedaba mucho por hacer, sobre todo en nuestro continente africano. Y algunas de esas cosas, como la seguridad alimentaria, me habĆa prometido a mĆ mismo que iba a impulsarlas cuando dejara de ser secretario. Pero ademĆ”s tengo la actitud de que, si puedo ayudar a una persona, estoy haciendo algo importante. Cuando hablo con jóvenes y me preguntan quĆ© deben hacer para convertirse en buenos ciudadanos globales, les digo que empiecen en su comunidad, su escuela, que hagan bien lo que puedan y partan de ahĆ. Si alguien ve que algo estĆ” mal, que organice a sus amigos y haga algo al respecto. O que diga: "Basta. No lo aguantamos mĆ”s". A quienes son objeto de acoso o intimidaciones, eso les da el valor y la fuerza necesarios para seguir luchando. Por consiguiente, mientras siga teniendo algo de energĆa -y tengo la fortuna de haber vivido la vida y las experiencias que he vivido-, creo que seguirĆ© teniendo algo que ofrecer. Por eso sigo trabajando, aunque sĆ© que llegarĆ” un momento, para citar a mi buen amigo Mandela, llegarĆ” un momento en el que tambiĆ©n tendrĆ© que retirarme de mi retiro. El retiro, segĆŗn he descubierto, exige mucho esfuerzo.
El PaĆs.
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