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jueves, 7 de enero de 2010

Paradojas de la Diplomacia

La ONU respalda hace más de 40 años el reclamo argentino por la soberanía en Las Islas Malvinas, pero las negociaciones nunca se reanudan.




Terminado el recuento de votos sobre el futuro del bloqueo económico a Cuba, se hizo oír la voz del libio Ali Treki, presidente de la Asamblea General de la ONU: “Votaron los 192 países miembros, 187 a favor, 3 en contra y 2 abstenciones”. Una vez más y de modo terminante, se aprobaba la resolución que plantea la necesidad de poner fin al embargo estadounidense contra la isla. Las intervenciones en el recinto habían coincidido en criticar la política de Washington hacia el país caribeño, calificándola de violatoria del Derecho internacional por la imposición de sanciones unilaterales extraterritoriales, en contradicción con medidas emanadas de los órganos de Naciones Unidas. Aún así, el embargo no cesa porque Estados Unidos se niega.

En un ejercicio similar, la Asamblea General de las Naciones Unidas viene aprobando resoluciones exigiendo que la Argentina y el Reino Unido inicien negociaciones bilaterales directas sobre la cuestión Malvinas. A partir de la resolución 2065, en 1965, que fuera aprobada de modo contundente (de los 117 miembros de entonces, 108 estuvieron en la Sesión, 94 votaron a favor, ninguno en contra y 14 se abstuvieron, entre ellos el Reino Unido), la comunidad internacional viene reconociendo allí, año tras año la existencia de una disputa de soberanía, definida como una de las formas de colonialismo a la que debe ponerse fin, sin demoras, mediante negociaciones directas de las dos partes. Aún así, las negociaciones no empiezan porque Gran Bretaña se niega.




La comparación arroja a un resultado notable: en ambos reclamos, tanto la Argentina como Cuba, obtienen el apoyo de la comunidad internacional para ejercer de modo efectivo su soberanía. En el caso cubano, el embargo estadounidense impacta tan negativamente en la economía y en la vida cotidiana de la Isla que impide la realización de la sociedad conforme a sus propios deseos. En el caso del reclamo argentino por la cuestión Malvinas se trata de crear las condiciones propicias para poder ejercer su soberanía en una parte de su territorio que fuera seccionada por la fuerza. En ambos casos se trata de exigir al Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y a los Estados Unidos de América que cumplan con el Derecho Internacional y respeten las resoluciones del máximo órgano colectivo de las Naciones Unidas.

Paradojas de la política internacional, dos países centrales que gravitan como muy pocos en la arena política internacional, fundadores de las Naciones Unidas y titulares, a la vez, de asientos permanentes en el Consejo de Seguridad, no muestran el más mínimo interés en cumplir el mandato emanado del órgano colectivo más importante de la organización que expresa al Planeta entero. Algo extraño debe estar sucediendo en el mundo cuando dos inquietos y activos países latinoamericanos les reclamamos una y otra vez a las dos máximas expresiones del mundo anglosajón que se conduzcan con mesura, respeten las normas y cambien una imprudente actitud prototípica de otras épocas, por el sobrio cumplimiento de las normas internacionales. Se trata, en definitiva, de que los Estados Unidos y Gran Bretaña homologuen su conducta con las respetables rutinas kantianas habituales en Königsber y abandonen esa macondiana soledad a la que los arroja la comunidad internacional por comportarse, inexplicablemente, como el coronel Aureliano Buendía.

Sr. Embajador Dn. Jorge Arguello. Representante Permanente de la  República Argentina ante la ONU.

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