Cecilia y sus tres hijos -14, 10 y 8 aƱos- esperaban a Claudio, marido y padre, el 26 de diciembre en su modesto piso del barrio de la Luz de Valencia. HacĆa un aƱo que no le veĆan, desde que partió rumbo a Guinea a principios de 2014. AllĆ se ganaba la vida en una empresa de reformas desde que meses antes decidiera emigrar en busca de trabajo. La Ćŗltima conversación telefónica entre Cecilia y su marido se produjo el 16 de diciembre. El hombre temĆa no encontrar billete para llegar a casa en Nochebuena, pero tenĆa asegurada una reserva para volar el dĆa 26.
No hubo mĆ”s contacto entre la pareja, sólo nervios y confusión para Cecilia, que no acababa de entender el silencio de Claudio, su presunto viaje a CamerĆŗn, su ausencia... El dĆa 27, a las siete de la tarde, recibió la llamada fatĆdica: "estaba con mis tres hijos cuando el Consulado espaƱol en CamerĆŗn me dijo que habĆan encontrado el cuerpo de Claudio en YaoundĆ© tras caer de un segundo piso".
Claudio, con un compaƱero de trabajo en Guinea, donde residĆa desde mayo de 2013
"No me creo la teorĆa del accidente", asegura de forma tajante Cecilia, natural de Buenos Aires, como Claudio, ambos nacionalizados espaƱoles desde 2011. Las dudas de esta hispanoargentina de 45 aƱos podrĆan alimentar el guión de un thriller. "Nos dijeron que la autopsia tardarĆa varios dĆas y en apenas unas horas nos enviaron el informe y las fotos del atestado, cuando en teorĆa se habĆa decretado el secreto de sumario en una investigación abierta con dos personas detenidas", explica Cecilia, que describe el estado del cuerpo sin vida de su marido: "tenĆa una parte muy daƱada, con varias costillas rotas, en teorĆa la que recibió el impacto en la caĆda, pero tambiĆ©n tenĆa el otro ojo hinchado y la mandĆbula destrozada; me dio la sensación de que le habĆan golpeado". Las fotos del atestado le llegaron el 5 de enero, vĆspera de Reyes, al no poder viajar Cecilia para certificar la identidad del fallecido por cuestiones económicas.
AĆŗn hay mĆ”s. Tanto el jefe de Claudio en Malabo, un tal SebastiĆ”n, como un amigo con el que pudo contactar a travĆ©s del Facebook de la vĆctima, respondieron a una Cecilia desesperada con apenas dos horas de diferencia. Los dos coincidĆan, en vĆsperas de la mala nueva, en tranquilizarla asegurĆ”ndole que Claudio "estaba bien", aunque el jefe lo situaba en Bata (Guinea), por cuestiones de trabajo, y el amigo a casi 400 kilómetros, en CamerĆŗn, donde "habĆa viajado con su patrón para pasar la Navidad". La mujer no entendĆa nada.
El informe de la autopsia y las declaraciones de los detenidos tampoco arrojan luz a la oscura muerte de Claudio Marcelo Torres, un bonaerense de 47 aƱos que se estableció en EspaƱa como autónomo, con una empresa de reformas, hasta que el pinchazo de la burbuja inmobiliaria le llevó a buscar mejor suerte en el continente africano, donde habĆa probado con una obra temporal en un hotel guineano.
Se sabe del detenido que era el dueƱo del edificio, a medio construir, del que presuntamente cayó Claudio, y al que acudió, segĆŗn el atestado, para participar en una boda. La detenida, al parecer invitada en el evento, "declaró que Claudio estaba borracho y se precipitó desde un balcón sin baranda". Ni la autopsia incluye analĆtica que confirme la embriaguez de la vĆctima, ni Ć©sta figuraba en la lista de invitados de la boda en YaoundĆ©. "Decidió sumarse a la fiesta a Ćŗltima hora", reza el atestado que Cecilia se ha encargado de traducir del francĆ©s.
¿Y ella? ¿No detectó algo extraƱo en la actitud de su marido?"Nada. HablĆ”bamos periódicamente por telĆ©fono o Internet. Aunque Ćŗltimamente el trabajo no iba tan bien y estaba haciendo mĆ”s de comercial para conseguir obras, seguĆa enviĆ”ndonos dinero», relata la viuda de Claudio Torres.
No puede repatriar el cuerpo
¿Ha dejado de estar el caso bajo secreto de sumario? ¿Han cerrado la investigación? Cecilia Guillamón, respaldada en todo momento por la solidaridad de sus amigas y el entorno social -tanto el colegio de sus hijos como el CAU Valencia, el club de rugby en el que jugó y entrenó Claudio-, ha denunciado los hechos a la PolicĆa Nacional, a la que no compete la investigación, mĆ”s allĆ” de informar a Asuntos Internacionales y Consulares. La Embajada EspaƱola en CamerĆŗn contactó con el jefe de Claudio en Malabo, que les dijo que "no tenĆa contrato laboral y sólo trabajaba para Ć©l ocasionalmente, cuando los correos corporativos demuestran lo contrario".
Mientras Cecilia se debate entre incinerar el cuerpo de su marido y recibir las cenizas o buscar ayuda para repatriarlo y practicar una segunda autopsia, su Ćŗnica esperanza es la respuesta que espera de un asesor de la Delegación del Gobierno, que debe contestarle sobre la posible implicación del Ministerio de Exteriores. "Me siento desprotegida. Mis hijos y yo dependemos del dinero que me enviaba Claudio desde Guinea. Ćl sólo sumaba 8 aƱos de cotización en EspaƱa y no tengo ni pensión de viudedad ni de orfandad para los niƱos. Sólo 290 euros al aƱo por hijo a cargo y 180 del seguro escolar del mayor».
Este es el desalentador panorama de Cecilia que, tras el comunicado de la embajada en el que queda claro que ni el consulado ni el Gobierno de EspaƱa pueden hacerse cargo de la repatriación, espera que un milagro impida que las cenizas de su marido oculten para siempre cómo perdió la vida en CamerĆŗn, a cientos de kilómetros de donde trabajaba para alimentar a sus hijos. Mientras, busca algĆŗn seguro que pudiera tener Claudio para hacer frente a los 2.000 euros que cuesta la incineración y el envĆo de las cenizas, la opción mĆ”s económica. La repatriación del cuerpo estĆ” descartada: "no puedo pagar entre 6.000 y 10.000 euros".
El mundo.